Hay dos días en cada semana
sobre los cuales no vale la pena preocuparnos.
Dos días que podemos mantener
libres de cualquier temor o ansiedad.
Uno de esos días es “ayer”,
con sus errores y preocupaciones,
con sus fallas y sus desatinos,
con sus dolores y quebrantos.
“Ayer” ha pasado a ser algo fuera de nuestro control.
Todo el dinero del mundo
no puede traer de vuelta el “ayer”.
No podemos cambiar ninguna acción
que haya acontecido “ayer”.
No podemos borrar ni siquiera
una palabra que hayamos dicho.
“Ayer” se ha ido para siempre.
El otro día sobre el cual no deberíamos
preocuparnos demasiado es “mañana”,
puesto que éste se encuentra
Fuera de nuestro control inmediato.
Mañana el sol saldrá,
ya sea en medio del esplendor de un cielo azul,
o tras la máscara de un día nublado.
No obstante, saldrá.
Pero hasta tanto no lo haga,
no habremos empezado nuestro “mañana”.
Nos queda solamente un día: “Hoy”.
Todos podemos pelear las batallas de un solo día.
Sin embargo, cuando adicionamos a nuestro “hoy”
El peso de esas otras dos eternidades
-el “ayer” y el “mañana”-
es cuando sucumbimos.
(Del libro EL FACTOR X)
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