Creo que ya he dicho que a pesar de lo que popularmente se cree, la religión hindú es monoteísta.
Debido a que este único Dios, llamado Brahman,
es Absoluto (es decir, eterno, invariable y sin forma), no pude ser
representado de una manera concreta y por ello se recurre a un sinnúmero
de deidades que simbolizan los infinitos aspectos y cualidades de la
Divinidad (en el Cristianismo, por ejemplo y de manera similar, se
encuentran las Vírgenes, los ángeles, los arcángeles y los santos que
cumplen el rol de asistentes de Dios).
Aparte de la infinidad
de deidades, la India es un país de gran extensión territorial. Es por
ello que dependiendo de muchos factores (la región, el idioma, la época
del año) se pueden ver diferentes deidades o incluso la misma, con otros
nombres o atributos. No es raro que una deidad muy popular al sur del
país, por ejemplo, sea casi desconocida en el norte.
A pesar de esta variedad, hay una sola imagen que puede encontrarse a todo lo largo y ancho de la India.
Se trata de Ganesha, el dios con cabeza de elefante.
Su nombre naturalmente puede variar, y entre los más conocidos están Ganesh, Vinaiaka, y Ganapati.
Mitología
La tradición cuenta que Ganesha era originalmente un niño que cuidaba la entrada a la habitación de su madre, la diosa Parvati, que lo había creado con sus propias manos para que la protegiera en la ausencia de su consorte. Cuando éste, el fiero dios Shiva,
volvió de uno de sus retiros de meditación, encontró al desconocido
niño impidiéndole entrar a su propia casa, tal era su obediencia para
con las palabras de su madre. Debido a su temperamento, Shiva cortó la cabeza de su hijo, sin saber que lo era.
Cuando Parvati se enteró, amenazó a su esposo con una separación con consecuencias cósmicas si no volvía a la vida a Ganesha. El apesadumbrado Shiva
salió a la selva decidido a traer la cabeza del primer ser viviente que
se le cruzara…¡Que levante la mano el que se sabe con que ser se cruzó
Shiva! El lector que responda acertadamente se gana el derecho a dejar
un comentario gratuito.
Sí, a la sazón este ser
fue un elefante, pero no uno común y silvestre, sino un elefante santo;
que es uno de los tantos animales que en la India son adorados (más
allá de las famosas vacas).
Fue así entonces, que
el niño obtuvo una nueva cabeza y la relación entre los dioses perduró
para el bien de la armonía universal.
Debido a esta historia, en las casas hindúes se puede encontrar una estatua de Ganesha sobre las puertas, para que proteja la entrada de las energías negativas.
La popularidad de Ganesha
tiene más razones, ya que es considerado el destructor de los
obstáculos y las dificultades. Por ello, ante el comienzo de cualquier
tarea (sea la construcción de una casa, la jornada diaria, o una boda),
es aconsejable orarle al Señor Ganesha para asegurar el éxito de la empresa.
Es debido a esto que también es considerado el protector de los viajeros, y muy especialmente de los estudiantes.
Sobre esto, Swami
Premananda dice: “Los niños principalmente pueden relacionarse con la
forma amorosa, amigable y poco agraciada del Señor Ganesha. Él es el
Señor del conocimiento y de todas las artes. Puede guiar a los
estudiantes hacia una vida culta que también involucre la
espiritualidad”.
Así, en lugar de un
osito Teddy, los niños de la India tienen la posibilidad de crear una
relación con este niño barrigón con cabeza de elefante.
Hablando de su apariencia, a pesar de las diferentes manifestaciones que puede tener Ganesha
a lo largo y ancho de la India, es generalmente representado con uno de
sus colmillos partido, lo cual se dice fue un acto de auto-sacrificio.
Como suele suceder en la mitología, hay al menos dos explicaciones para esto:
La primera dice que lo hizo para escribir, utilizando el colmillo como bolígrafo, el Mahabharata, el gran poema épico de la India, que es de hecho la epopeya más larga del mundo. Se dice que el Mahabharata fue dictado por el anciano sabio Vyasa a Ganesha, ya que ningún ser humano normal hubiera podido escribirlo.
La segunda versión cuenta que había un demonio llamado Kaiamuhan,
al que los dioses habían bendecido con la inmortalidad, merced a sus
penitencias. Cuando el demonio obtuvo esa bendición no respetó a nadie y
comenzó a herir a los dioses y a otros seres.
Para humillarlos el
demonio les ordenaba que se pusieran de pie ante él y que golpearan sus
frentes con las manos cruzadas (es decir, entrelazando los nudillos de
los dedos). También les obligaba a sentarse y levantarse mientras
tiraban de sus orejas con brazos cruzados.
Como estaba causando tantos problemas, los dioses fueron a quejarse al Señor Ganesha. Él les prometió que destruiría a Kaiamuhan, y entonces fue a enfrentarse con el demonio. Kaiamuhan sacó su arco y su flechas, pero Ganesha
destruyó las flechas arrojando una de las armas que sostiene en una de
sus manos y así inmovilizó a todo el ejercito del demonio. Esto hizo que
Kaiamuhan montara en cólera y entonces utilizó contra Ganesha
todas las armas que tenía y que había obtenido en virtud de sus
penitencias. Pero en lugar de dañar a Ganesha, las armas giraban entorno
a él y caían al suelo inofensivamente.
No sé si tienen presente la película Matrix, cuando Neo (Keanu Reeves, digamos) detiene la balacera solamente con levantar la mano. Pues bien, aunque yo no estuve en la batalla de Ganesha con el demonio, me imagino algo parecido, sin efectos especiales por supuesto.
Acto seguido, Ghanesa
rompió uno de sus colmillos y lo lanzó contra el demonio, que se
desvaneció ante el impacto de esta poderosa arma. Pero como había
obtenido la bendición de la inmortalidad no murió, sino que se convirtió
en una enorme rata. Así, Ganesha se sentó sobre esta gran rata y la adoptó como su vehículo.
A este respecto, la
mayoría de los deidades hindúes tienen un vehículo, que por un lado es
el medio en que se trasladan pero por otro lado tiene un simbolismo
espiritual. Por ende, es totalmente normal ver ilustraciones o estatuas
de Ganesha montando sobre la rata; lo cual es un poco insólito,
sobre todo por la diferencia de tamaño. Sin embargo, los artistas se
las arreglan con imaginación, a la vez que achican un poco al elefante y
agrandan la rata.
De todos modos, el significado espiritual de la rata es que representa a los deseos mundanos, los cuales Ganesha es capaz de gobernar a su antojo.
Es así como desde la victoria sobre el demonio, y como forma de agradecimiento, cuando la gente veía a Ganesha
empezaba a hacer los mismos gestos que el demonio les había obligaba a
hacer a ellos para ridiculizarlos. De esta forma, esos gestos se
convirtieron en una forma de rendirle culto a Ganesha, una forma que se mantiene hasta hoy.
Es parte de la tradición y se puede ver en todo templo donde haya una imagen de Ganesha. Yo mismo lo hago constantemente, y casi me olvido que visto de afuera puede parecer un gesto algo ridículo.
Cada año en el mes de Agosto/Septiembre (dependiendo del calendario lunar) se festeja Ganesha Chaturti, que vendría a ser el cumpleaños de Ganesha.
En toda la India se celebra este festival anual, en algunas partes con
más pompa que en otra. Las celebraciones en la ciudad de Bombay, por
ejemplo, son las más famosas.
Justamente, este año
(2008) el evento se conmemoró el pasado miércoles 3 de septiembre. Es un
poco por ello que traigo a colación la historia de esta deidad tan
querida para mí; y otro poco porque también tengo mi historia particular
que contar.
Durante la estancia, junto a mis padres, en el ashram de Amma (“La Santa de los abrazos”), tuvimos la oportunidad de celebrar Ganesha Chathurti.
Tradicionalmente, a lo
largo de diez días se realizan rituales y ofrendas a una gran estatua de
papel maché, que se construye especialmente para la ocasión. En más de
una ocasión asistí a estos rituales para disfrutar viendo los
antiquísimos y sagrados procedimientos de adoración.
El último día de los festejos es siempre coronado por la inmersión de la estatua de Ganesha en el mar. Esta costumbre se sigue en todo el país y si no hay mar se usan ríos o arroyos.
El significado de esta
zambullida es que la deidad se lleva consigo todas las dificultades y
problemas de los devotos, limpiando el terreno para un siguiente año
lleno de auspiciosidad.
Cerca del atardecer, la mayoría de los residentes y visitantes del ashram de Amma,
nos dirigimos en una informal procesión hacia la orilla del Mar
Arábigo, que en esa zona es muy bravo. El entusiasmo era mucho y los
espectadores cientos.
La tradición manda que
los varones sean los encargados de meter la estatua al agua. Después de
ciertas dudas, mi padre y yo decidimos participar de la ceremonia.
Nos quitamos la
camiseta, nos arremangamos los pantalones, y tímidamente nos acercamos a
la imagen, tratando de tocarla aunque sea un poquito entre la multitud
de participantes. No era tarea fácil, pues eran muchos los que se habían
arremolinado en torno a Ganesha para llevar la estatua. La tradición dice que cuanto más lejos y profundo se acarrea la imagen, más auspicioso es el resultado.
Se dio la voz de
largada y alrededor de cincuenta personas salimos, con la estatua en
andas, dispuestos a llevarla lo más lejos posible.
En cuanto la primera
ola rompió en nuestras rodillas, el séquito se vio reducido a quince
personas, pues al parecer la mayoría se amilanó por el agua.
Los que quedamos
avanzamos decididamente y soportamos con dignidad dos o tres olas de
alto calibre. Sin embargo, una terrible y última masa de agua se
abalanzó sobre el grupo y no hubo nada que hacer.
Todos desparramados y
muertos de risa emprendimos el regreso a la orilla. Mi padre encontró
una guirnalda que se había salvado del naufragio y quiso guardarla como
trofeo, pero le advirtieron que los problemas no se irían si alguna
parte de la deidad quedaba en tierra. Rápidamente, entonces, la lanzó de
nuevo al agua.
En este sentido, yo por mi parte hallé flotando ni más ni menos que la cabeza de Ganesha,
y la tomé decidido a preservarla, pero una ola justiciera me sorprendió
de tal manera, que con suerte pude mantener mi propia cabeza.
Todo terminó muy bien,
con cada cosa en su lugar, con el cuerpo llenó de arena y el corazón
llenó de satisfacción por haber mandado al fondo del mar todas nuestras
dificultades.
Personalmente, como he dicho, Ganesha me es muy querido y siempre me ha gustado, desde niño.
Sabiendo esto, Swami
Premananda me regaló en el año 2003 una pequeña estatua dorada, que me
ha acompañado desde entonces, y a la que realizo un simple ritual cada
semana, como símbolo de mi amor por Swami Premananda y, claro, por Ganesha, el eliminador de todas las obstrucciones.
Fuente: http://hijodevecino.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario