sábado, 17 de enero de 2009

Meditación Vipassana: Una gema preciada en la aventura del conocimiento de la conciencia


Para el científico que siempre se ha regido por su fe en la fuerza de la razón, la historia tiene un final de pesadilla.Después de escalar las montañas de la ignorancia,está llegando a la cumbre más alta. Y cuando se iza sobre la última peña, es saludado por unalegión de teólogos que llevan varios años allí sentados.Robert Jastrow
Ex director del Instituto Goddard de
Estudios Especiales de la NASA.


Hace alrededor de 2500 años, un hombre llamado Gotama Siddartha, a quien nosotros conocemos como Buda, descubrió a través de un estado profundo de concentración que su cuerpo estaba conformado por pequeñísimas partículas que existían sólo durante una trillonésima de segundo antes de desaparecer, y que el flujo constante de este devenir de partículas producía la impresión de solidez para conformar el mundo ilusorio que los orientales denominan maya.
Gotama llamó a estas pequeñas partículas kalapas1, desarrolló un modelo del funcionamiento de la mente y enseñó un camino hacia el Nirvana, la liberación final conocida también como estado búdico, estado crísitico de conciencia o simplemente iluminación.
Durante el siglo pasado, mediante cálculos e instrumentos tecnológicos de alta precisión, nuestros científicos han redescubierto lo mismo, que la materia está compuesta de partículas indivisibles que surgen y desaparecen a una velocidad de 1022 veces por segundo. También han observado que estas partículas entran y salen de la existencia en un flujo constante de vibraciones conformando así todas las cosas de este mundo ilusorio que los occidentales hemos venido llamando realidad.
Nuestros científicos han denominado a estas pequeñas partículas cuantums, han sentado las bases de la física cuántica y ahora ensayan sus primeros modelos de conciencia basados en ella2.

Conócete a ti mismo
Hablando en términos occidentales, Gotama el Buda es sin duda el más científico de todos los Maestros ascendidos. El camino que descubrió al iluminarse a los 35 años y que enseñó compasiva e incansablemente durante otros 45 antes de ascender a la edad de 80 años, es el más “racional”, el más “científico” y el más “lógico” de todos los sistemas que nos han sido legados. Con ello no quiero decir por supuesto que éste sea el mejor camino, sólo quiero expresar que a pesar de ser considerado como un sendero tradicionalmente oriental, es quizá el más fácil de comprender para nuestras mentes occidentales condicionadas por los parámetros de observación de la realidad antes que por la devoción o por la fe.
Tal como recomienda la primera inscripción del templo de Delfos, “Conócete a ti mismo”, todo lo que hizo Gotama Siddartha el Buda fue observar con atención y ecuanimidad total la conciencia humana a través de su propia conciencia. Es decir, se observó a sí mismo hasta llegar a conocerse.
La mente según Buda
A partir de dicha observación desarrolló, entre otras cosas, un modelo de la mente vista como un proceso que se basa en la sucesión ininterrumpida de cuatro funciones principales:
1) consciencia (viññana): la parte receptora de la mente que se limita a registrar la ocurrencia de las cosas
2) percepción (sañña): la parte evaluadora que juzga el hecho ocurrido, clasificándolo y juzgándolo como positivo o negativo
3) sensación (vedana): la parte que genera una sensación corporal agradable o desagradable de acuerdo al resultado de la evaluación del hecho.
4) reacción (sankhara): la parte que reacciona con aversión o apego en función de la sensación.
De acuerdo a la observación de Gotama, estas cuatro funciones mentales son todavía más breves que las efímeras kalapas que componen la realidad material, de tal suerte que nunca tenemos conciencia de lo que ocurre cada vez que los sentidos corporales entran en contacto con alguna cosa. Por ejemplo, si al oído llega el sonido producido por las palabras “¡Eres un inútil!”, inmediatamente la conciencia registra el hecho, la percepción clasifica las palabras como algo negativo y experimentamos una sensación corporal desagradable que nos hace reaccionar produciendo un sankhara de aversión contra lo que estamos escuchando, pues deseamos que se detenga eso que nos desagrada; por el contrario, si escuchamos un halago que la percepción evalúe como algo positivo, experimentamos una sensación corporal agradable y generamos un sankhara de agrado deseando más de eso que nos ha producido placer.
La fuente del sufrimiento
La memoria de todos los sankaras que ha producido una mente se encuentra acumulada en el cuerpo y esta acumulación va generando reacciones cada vez más marcadas y automáticas, ya que sañña, la percepción, aprovecha el acervo de experiencias pasadas para evaluar y clasificar cualquier fenómeno nuevo.
Las reacciones pasadas se convierten en puntos de referencia con los que tratamos de comprender una experiencia nueva que juzgamos y clasificamos de acuerdo a nuestros sankharas pasados. Así es como las reacciones antiguas de codicia y aversión condicionan nuestra percepción del presente y nos vemos envueltos en un círculo vicioso, en lo que se conoce como la rueda del Samsara. De tal suerte que el karma, la verdadera causa del sufrimiento, es producto de la reacción condicionada de la mente.
Vipassana: un camino paciente hacia la liberación
Gotama el Buda dijo: “Cualquier sufrimiento que surja, tiene una reacción por causa. Si todas las reacciones cesan, entonces no hay más sufrimiento”.3 Entre las herramientas que enseñó a sus contemporáneos para detener la reacción y alcanzar la liberación, se encuentra una sencilla y poderosa técnica para desarrollar la capacidad de contemplar las cosas tal como son. Esta técnica se llama Vipassana que significa “visión cabal” y consiste en trabajar erosionando poco a poco las respuestas condicionadas hasta liberar totalmente a la mente. Un camino racional y paciente.
Para practicar Vipassana sólo hay que observar con atención y ecuanimidad las sensaciones en todo el cuerpo. Estas sensaciones se experimentan debido a la infinita variedad de combinaciones de las cualidades básicas de la materia -masa, cohesión, temperatura y movimiento- que presentan las partículas subatómicas llamadas kalapas.
Cuando se adquiere la capacidad de observar cualquier sensación sin reaccionar ante ella, la mente empieza automáticamente a penetrar más allá de la realidad aparente del dolor hasta alcanzar su naturaleza sutil que no consiste más que en vibraciones que surgen y desaparecen a cada instante. Así es como se adquiere la conciencia de que todo tiene un tiempo de duración determinado pasado el cual se termina y surge algo nuevo. A esta única constante que es el cambio, se le llama anicha, impermanencia. Cuando finalmente se experimenta la realidad sutil, la conciencia del anicha permite vivenciar la inutilidad del apego y se alcanza la liberación del sufrimiento.
Beneficios inmediatos del Vipassana
Entre las consecuencias secundarias de practicar esta técnica de meditación se encuentran la relajación mental y la eliminación de viejos sankharas acumulados.
Al observar objetiva y desapasionadamente cualquier sensación corporal, mientras no haya ninguna reacción, no se crea ningún sankhara nuevo y cualquier sankhara viejo que se experimente en forma de sensación, desaparece. Al momento siguiente otro sankhara del pasado surge en forma de sensación y si no hay reacción, éste también desaparece. De esta forma, mientras se observa con atención todo lo que ocurre manteniendo la ecuanimidad, se permite que las reacciones acumuladas alcancen una tras otra la superficie de la mente manifestándose como sensaciones que van siendo gradualmente erradicadas.
Resultados a mediano y largo plazo
Como consecuencia secundaria de aprender a observar las sensaciones sin reaccionar ante ellas, la mente se reprograma a sí misma permitiéndose actuar con plena conciencia en lugar de reaccionar automáticamente frente a los acontecimientos.
Es por ello que todo el esfuerzo se basa en aprender a no reaccionar, a no producir un nuevo sankhara cuando aparece la sensación y comienza el desagrado o el agrado. Si hay conciencia en ese momento efímero y se detiene la reacción, uno se limita a observar la sensación, ésta no se intensifica hasta transformarse en deseo o aversión y no se convierte en una emoción intensa que termina por dominar a la mente conciente, sino que simplemente desaparece.
Aunque al principio esta conciencia se logra sólo por unos breves instantes, esos momentos son muy poderosos porque ponen en marcha un proceso inverso, el de la purificación. Y así poco a poco, con la práctica, los segundos se convierten en minutos y los minutos en horas hasta que finalmente queda erradicado el viejo hábito de reaccionar y la mente permanece siempre en paz. Ésta es una forma efectiva en que puede detenerse el sufrimiento, según lo comprobó Gotama el Buda.
La Vipassana de S. N. Goenka
Cuenta una leyenda que la tierra dorada, el territorio de lo que actualmente es Birmania, fue destinada desde tiempos de Gotama el Buda a guardar la gema preciada que es el Vipassana manteniendo intacta su técnica hasta que, después de dos milenios y medio, regresara a la India para expandirse desde allí a todo el mundo.
Coincidiendo con esta leyenda, fue precisamente el millonario industrial birmano, N. S. Goenka, quien comenzara a expandir la Vipassana en 1976.
Aquejado de una incurable migraña, después de acudir a las mejores clínicas de todo el mundo, a este noble hombre le recomendaron que probara una técnica de meditación que enseñaban algunos maestros birmanos. Catorce años después, convertido en Maestro de Vipassana, viajó a India para enseñar esta técnica a sus padres y a un reducido grupo de amigos suyos, quienes a su vez quisieron que sus propios familiares recibieran la misma instrucción de Goenka. Y allí comenzó la larga cadena que ha llevado a diseminar el Vipassana como pólvora por todo el territorio hindú y que efectivamente ya ha comenzado a expandirse prácticamente a todo el globo terrestre.
Los cursos intensivos de Vipassana
Si uno quiere recibir la instrucción del Vipassana con toda la fuerza de su pureza, es necesario tomar un curso intensivo de 10 días a cargo de Goenka o alguno de sus Maestros o Maestros Asistentes. Durante este tiempo, el estudiante vive la vida de un monje ya que por un lado acepta acatar las normas del curso practicando diversas abstinencias y por otro, subsiste de la caridad ya que durante todo el periodo de entrenamiento será alojado, servido y alimentado gracias a la buena voluntad de otros estudiantes antiguos quienes deseosos de compartir los beneficios de esta técnica con otros, han donado dinero, tiempo y esfuerzo para que nuevos cursos sean posibles.
Temporalmente convertido en monje o monja, el estudiante de Vipassana observa rigurosamente sila (conducta ética), práctica samadhi (concentración de la mente), y adquiere pañña (sabiduría).
El Código de Disciplina estipula los cinco preceptos siguientes:
1. Abstenerse de matar a cualquier criatura
2. Abstenerse de robar
3. Abstenerse de toda actividad sexual
4. Abstenerse de mentir
5. Abstenerse de todo tipo de intoxicantes
Asimismo hay que acatar la disciplina, la guía y las instrucciones del profesor, observar silencio absoluto durante los 10 días (excepto durante las entrevistas con los profesores o en casos de emergencia), abstenerse de cualquier contacto físico o visual con los compañeros, conformarse con la comida vegetariana, privarse de cualquier distracción o contacto con el exterior, respetar el horario que comienza a las 4 y media de la mañana y termina a las 9 de la noche, y suspender durante el curso entero todo tipo de ejercicio y práctica religiosa que normalmente lleve a cabo.
Lo que no es Vipassana
Los folletos de introducción a la técnica que uno debe leer antes de inscribirse a un curso aseguran que Vipassana no es:
-Un rito o una liturgia basados en la fe ciega
-Un entretenimiento intelectual o filosófico
-Una cura de reposo, unas vacaciones o un club social
-Una huida de los problemas y las tribulaciones de la vida diaria
Yo añadiría que tampoco se trata de adherirse a una religión organizada, ni al culto de la figura o las enseñanzas del Buda, ya que tanto la técnica como los principios son universalmente aplicables y yo, como cristiana practicante que soy, no he encontrado nada que contravenga o menoscabe mis creencias, sino por el contrario, las he visto fortalecidas al comprobar que aunque los caminos sean diferentes, la meta es una y la misma.
Mi experiencia personal
Cada individuo es un universo distinto al otro en función de los diversos factores que conforman su trayectoria vital. Es por ello que durante un curso de Vipassana, aunque suele haber bastantes cosas en común, lo que cada persona experimenta puede tener pocas coincidencias o diferir completamente de lo que a continuación me propongo relatar, esto es, una breve síntesis de mis experiencias durante los tres cursos a los que he asistido en Dhamma Neru, la cede española de Vipassana localizada en Santa Maria de Palautordera, Cataluña.
Primer curso
Se llevó a cabo durante el verano del 2000 y significó toda una revolución en mi vida. Además de aprender las bases de la Vipassana y comenzar a profundizar y practicar las enseñanzas de Gotama el Buda -gracias a los divertidos y enriquecedores discursos de Goenka presentados en vídeo cada noche-, obtuve muchísimas claves para mi crecimiento personal debido a la combinación del silencio, la disciplina, la técnica y una serie de sueños de una lucidez que jamás había experimentado.
Tuve oportunidad de ver mi mente al desnudo por primera vez. Observé tanto su inestabilidad e indomesticación como su potencial y su poder. Y aunque ya había avanzado bastante en identificar mis patrones más arraigados de procuración de dolor, durante estos diez días los vi en acción y logré concebir algunas tácticas para desactivarlos.
Fue un curso duro para mí porque además de experimentar dolores físicos que mi tensión magnificó, observé varias cuestiones que antes no había podido o no había querido ver. No obstante, salí de allí profundamente transformada, radiante de felicidad y sumamente agradecida, como prácticamente todos mis compañeros y compañeras de curso, entre los cuales se contaban amas de casa, abogados, profesores, ingenieros, empresarios, terapeutas, estudiantes jóvenes y algunos jubilados.
Segundo curso
A este segundo curso que comenzó en otoño, fui como servidora. Además de disfrutar el alivio y las satisfacciones que produce salir de uno mismo para mirar por otros, logré solucionar algunas dudas sobre la técnica que me ayudaron a establecerme más en la práctica cotidiana. Asimismo, tuve oportunidad de apreciar el enorme esfuerzo que supone mantener la infraestructura administrativa de esta impresionante organización basada en la compasión, el servicio desinteresado y el deseo de compartir.
Estar en servicio durante un curso de Vipassana es estar metido en un mosaico cultural cosmopolita con personas que comparten la inquietud de pasar de la teoría a la práctica de una vida más en acorde con el amor y las leyes de la naturaleza; personas que por sincronicidad se reúnen para ayudarse mutuamente a identificar y a trabajar en sus respectivos patrones conductuales. Es una experiencia altamente recomendable.
Tercer curso
Se realizó en invierno, durante el fin del año pasado y los primeros días del presente. Este curso fue totalmente diferente que el primero, este no fue duro, por el contrario, fue un gran gozo. Ahora, libre de la tensión que me produce lo desconocido y mucho más relajada en mi empeño perfeccionista de hacer bien las cosas, finalmente conseguí mirar con ecuanimidad y atención la verdad acerca del dolor.
Gotama el Buda enseñaba que hay tres tipos de sabiduría: suta maya pañña, la sabiduría recibida por medio de otros, ya sea mediante la palabra hablada o escrita; cinta maya pañña, la sabiduría intelectualizada que uno consigue por deducción o por aceptación del conocimiento que uno lee o escucha; y bhavana maya pañña que es la sabiduría experimentada por uno mismo. Las tres son importantes y secuencialmente necesarias. En mi primer curso recibí e intelectualicé la práctica del Vipassana y comencé a experimentarla tímidamente, mientras que en este segundo, logré experimentarla con mayor plenitud.
Toda mi vida había tenido una intensa aversión por el dolor físico y había estado huyendo de él, así es que durante mi primer curso comencé por enfrentarme a él y por soportarlo con la mayor ecuanimidad que me fue posible. No obstante, en este segundo curso, más que enfrentarlo, logré verlo como el cúmulo de sensaciones que realmente es y comprobé por mí misma que lo que dice el Buda es totalmente cierto.
Antes lo veía como una sensación concreta e intensamente insoportable, que mi mente juzgaba tan indeseable que se apanicaba y generaba sensaciones aún más desagradables ante las cuales reaccionaba con desquiciada desesperación haciendo literalmente cualquier cosa para detenerlas.
Al estabilizar mi mente y lograr la concentración y la ecuanimidad necesarias para presenciar las sensaciones del dolor sin reaccionar ante ellas, pude pasar por detrás de la cortina de mi miedo para mirar directamente. Observé que en realidad el dolor está compuesto de varias sensaciones diferentes que tienen un foco de intensidad mayor a partir del cual esa intensidad va decreciendo hasta desvanecerse. El núcleo más intenso está compuesto por sensaciones que me parecieron tan frías como el contacto del agua más helada y tan pesadas como el plomo. Sensaciones que, en conjunto, dan la impresión de coherencia; y este cúmulo de sensaciones es atravesado de tanto en tanto por otros conjuntos lineales de sensaciones pulsantes que atraviesan momentáneamente diferentes zonas.
Logré observar estas diversas sensaciones en constante cambio hasta que mi miedo a ellas se disolvió por completo y pasados unos momentos de esa disolución, todo el bloque de sensaciones frías, pesadas, coherentes y pulsantes, pareció estallar para dar paso a un cúmulo de sensaciones hormigueantes que vibraban con gran intensidad y rapidez, hasta que pasados unos momentos, también estas sensaciones se desvanecieron por completo dejando el área momentáneamente libre de cualquier sensación que mi mente pudiese percibir.
Y así comprobé experiencialmente la verdad acerca del dolor y la impermanencia de las cosas. Comprobé que el miedo que la mente le tenga al dolor es lo que extiende el periodo de su duración y lo agudiza. Comprobé que una actitud mental relajada permite que uno se rinda a observar con ecuanimidad el transcurrir de las cosas tal cual son. Y a partir de esta sabiduría experiencial, desarrollé nueva sabiduría intelectual extrapolando este conocimiento a mi forma de actuar frente al dolor emocional, del cual mi actitud ante el dolor físico ha sido un fiel reflejo. Ahora me toca aplicar este conocimiento en mi vida cotidiana para seguir desarrollando más bhavana maya pañña.
Una cordial invitación
Como consecuencia de mi deseo de compartir con los amigos, conocidos y desconocidos, algo que me ha enriquecido tanto y en tan distintos niveles, es que escribo estas líneas. Te invito a ti que estás leyendo esto a que te des la oportunidad de experimentar un curso de Vipassana por ti mismo. Aunque finalmente tu camino hacia la liberación sea otro, siempre resulta provechoso explorar esta vía antes de decidir en qué pozo vas a comprometerte a cavar para encontrar la Fuente.
Los cursos de Vipassana no se anuncian ni se promueven de ninguna manera, toda la publicidad que reciben es de boca en boca, de alguien que lo tomó a alguien en quien uno piensa que podría compartir los mismos beneficios que uno ha recibido. Y así es como la matrícula de inscripción de estos cursos ha ido creciendo exponencialmente en todo el mundo, de tal suerte que en Santa Maria de Palautordera, por ejemplo, hay que solicitar inscripción con varios meses de anticipación para tener sitio en alguno de los cursos planeados para el año o tener la suerte de llegar con la maleta hecha y la esperanza de poder sustituir alguna cancelación de última hora.
Acerca de la felicidad verdadera
No quiero terminar esta apología del Vipassana sin una cita de William Hart, un profesor de esta técnica:
Cuando uno conoce la felicidad verdadera, no importa lo que suceda, ya sea dentro del microcosmos de la propia mente y el propio cuerpo, o en el mundo exterior, uno es capaz de afrontarlo, no con tensión, no con deseo o aversión reprimidos a duras penas, sino con completa soltura, con una sonrisa que surja de lo más hondo de la mente. En ninguna situación agradable o desagradable, querida o no querida, se tiene ansiedad, uno se siente totalmente seguro, seguro en la comprensión de la impermanencia. Esta es la mayor bendición.
Saber que eres tu propio dueño, que nada puede afectarte, que puedes aceptar con una sonrisa cualquier cosa que la vida te depare; éste es el equilibrio perfecto de la mente, ésta es la verdadera liberación. Esto es lo que se puede conseguir aquí y ahora con la práctica de la meditación Vipassana…
Por: Karina Malpica
Enero del 2001, Blanes, Girona
1 Kalapa significa “unidad indivisible” en lengua pali, que era la lengua que hablaba Gotama Siddatha el Buda.
2 Por ejemplo el de Danah Zohar en sus libros El yo cuántico, “naturaleza humana y conciencia definidas por la física moderna” (Plaza & Janes), e Inteligencia Espiritual de próxima aparición.
3 Hart, William: La Vipassana, el arte de la meditación budista, Edaf, Madrid, 1994
Para saber más sobre el tema Mind-Surf recomienda:
* Hart, William: La Vipassana, el arte de la meditación budista, Edaf, Madrid, 1994
* Doing time, doing Vipassana, Karuna Films, 1997. Documental ganador del Golden Spire Award de 1988.
* http://www.neru.dhamma.org/ La página oficial de la Meditación Vipassana enseñada por Goenka.
* Dhamma Neru: Camí Can Ram (Els Bruguers), Apdo Postal 29, 08460, Santa Maria de Palautordera, Barcelona. Tel: 93 848 26 95 Móvil: 629 14 36 60 e-mail: d.neru@netcom.es página web: dhammaneru.iespana.es/
— Visto en: http://www.mind-surf.net/puerta7a.htm

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